LOCA ACADEMIA DE POLICÍA VII: MISIÓN EN MOSCÚ
En 1988, mientras la quinta parte de la saga veía la luz, nacía también una serie de dibujos animados con los mismos personajes que la saga original y que cosechó bastante éxito entre los niños, naciendo una colección de álbumes de cromos, muñecos de os personajes, juegos y todo lo que una serie de anime de éxito lleva aparejado. La serie se mantuvo, aproximadamente durante un año o incluso hasta 1990, cuando ya parecía que, con la sexta película de la saga, todo había acabado. Pero no, aún no había acabado. En 1994, cinco años después de la última entrega y diez años después del nacimiento de la saga, veía la luz la séptima secuela: Misión en Moscú, dirigida en esta ocasión por Alan Metter.
Cinco años habían pasado, sí, desde la sexta entrega de la saga de comedias policiales, en teoría lo suficiente para quizás tener nuevas ideas que, de resucitar el proyecto, lo hiciera con aire fresco y con propuestas interesantes, pero el intento de resucitar la saga fue un fiasco. El argumento se parece bastante al de la quinta película, pero si entonces los locos polis iban a Miami, ahora van aún más lejos, a Moscú y si antes iban a recibir una condecoración para el Comandante Lassard, ahora es el Gobierno soviético el que pide ayuda al viejo Lassard (George Gaynes) para que, con sus chicos y chicas, les ayude a capturar al cada vez más poderoso líder de la mafia rusa, Konstantin Konali (Ron Perlman), que ambiciona a controlar todos los resortes del país mediante un maquiavélico plan.
Y a Moscú se van Lassard y los suyos, o al menos algunos de ellos: el Capitán Harris (G.W. Bailey), la Capitán Callahan (Leslie Easterbrook), los Sargentos Jones (Michael Winslow) y Tackleberry (David Graf) y una nueva incorporación, el cadete Kyle Connors (Charlie Schlatter). En Moscú nos encontraremos algunos nuevos personajes de la Policía soviética como el Comandante Aleksandr Nikolaevich Rakov (Christopher Lee), el Teniente Talinsky (Gregg Berger) y la agente Katrina (Claire Forlani), pero la realidad es que del elenco original ya sólo quedan restos marginales. Ya no es que falte Mahoney, es que su "sustituto", Nick Lassard, también desaparece de la historia, y en este caso el supuesto bromista de turno es el metepatas cadete Connors, y si Nick ya no daba la talla, muchísimo menos lo consigue este descafeinado personaje sin sentido. ¿Dónde está Hightower? ¿Y Hooks? ¿Y el eterno lameculos Proctor? Ni siquiera el Jefe Hurst, hasta ahora también fiel en todas las pelis, aparece. Lassard, Harris, Callahan, Jones y Tackleberry son los únicos que resisten, de los cuales tres (Lassard, Jones y Tack) salen en todas las pelis.
En fin, que los americanos llegan a Moscú y el Comandante Lassard, siempre a lo suyo, se pierde desde el primer momento, así que el Teniente ruso Talinsky tiene que hacerles creer a sus hombres que Lassard se encuentra constantemente indispuesto. Mientras tanto, Callahan, Tack, Jones, Connors y Katrina tratan de conseguir pruebas para echarle el guante a Konali mientras Harris toma su propio camino para llegar al mismo fin y llevarse la gloria para sí. Infiltraciones, engaños, trampas, metidas de pata... hasta que al final todo esfuerzo es en vano y quien termina decidiendo el final es quien menos se había preocupado en resolver el caso. Y en medio de todo ello momentos con gracia y otros con no tanta, pero sobre todo una sensación de que esta peli, más que para cine estaba destinada a ser una especie de capítulo largo de una serie en el que sobran algunas escenas que se tornan bastante aburridas y que salen sobrando.
Como siempre, hay puntos atractivos en la peli (que podía haber dado para una acción más animada de lo que resultó), y otros bastante aburridos, pareciendo más una sucesión de gags continuos que una peli que siga las líneas maestras de sus antecesoras. Además, si ya desde la quinta entrega habíamos venido viendo cómo las aptitudes de los personajes se exageraban, en este caso esto se ve con muchísima más claridad: la voltereta mortal de Tackleberry es un buen ejemplo de ello. Además, crece la ficción con respecto a las anteriores entregas: explosiones en las que el afectado no sale más que con la ropa chamuscada, paseos inverosímiles por las alcantarillas moscovitas, dotes casi mágicos para liberarse de sus amarraduras (Callahan) o para ser amarrado en cuestión de décimas de segundo (Harris)... En fin, que más que película da la sensación de que es un telefilm largo, que podría haber dado para más pero que si limita a buscar desesperadamente una excusa para introducir una serie de gags menos realistas que en las anteriores pelis y más tendentes a una ficción exagerada, casi más pata para el público de la serie animada que para los seguidores de las anteriores partes de la saga.
Este es, de momento, el final de la saga de películas, pero no de la saga en sí misma, pues, mientras "Misión en Moscú" extendía la agonía de la divertida y mítica comedia, era también el germen de algo nuevo y no más glorioso que ella. Unos años después vería la luz el spin off de la Loca Academia de Policía, una serie de imagen real que, ahora sí, es de momento, la puntilla final de la saga, y de la que hablaremos en el siguiente post.
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